jueves, 28 de enero de 2010

Pablo Gnuyen Chilián Espinosa

Pablo Gnuyen Chilián Espinosa

Hijo querido, mi güero del alma:
Supiste que te puse por nombre un binomio que alude a artistas y combatientes que admiro, Picasso, Casals, Neruda, el primero; Nguyen Van Troy, Ho Chi Ming, el segundo. Y nos enseñaste el arte de vivir, de vivir feliz, sereno, con lo que se es, con lo que se tiene, sin intereses mezquinos, sin ambiciones malsanas, sin concesiones indignas. Y nos mostraste el arte de combatir, de resistir, de oponerse a la sinrazón, con el corazón en la mano, y la sonrisa cálida y transparente. Conforme con lo que eres, inconforme con lo que sucede.
Una muerte honrosa como la tuya, honra toda una vida. Cuando te detuvieron uniformados y civiles armados, cuestionaste a la supuesta autoridad, exigiste respeto a tus derechos humanos y ciudadanos. Dijiste en Poza Rica que tu padre era periodista, y resultó peor. En lo últimos minutos de tu noble existencia, te defendiste inerme frente a varios gorilas con el pundonor que siempre te distinguió. Creíste en tu progenitor al que frecuentaste y amaste sin condiciones, al que orientaste y le diste el aliento adecuado para cada momento, a quien acompañaste como el que más, durante el último año de tu vida en flor que te quitaron cuando era más refulgente, cuando más gozábamos de nuestra actividad y descendencia, tu con tu Pablo, rubio, hermoso, maravilloso, yo con mi Gao, chinito espléndido, los dos con nuestros hijos. ¡Tieeempo pataaado! Decía Pablito, ya dice ¡Tiempo pasado!
Viniste al mundo cuando la guerra de Viet Nam estremecía a mi generación, cuando más repudiábamos la invasión yanqui, y se volcaba nuestra admiración por esos heroicos guerrilleros del sudeste asiático. Cuando los más pequeños vencieron a los más grandes, cuando los más sencillos derrotaron a los más poderosos, cuando se ganó, primero en lo moral, y enseguida en lo militar, cuando un pueblo unido puso el ejemplo al mundo entero de que cuando se quiere se puede vencer a los imperialismos.
Cuando todo eso sucedía, llegaste como bendición, y desde pequeño, pese a tu fragilidad, nunca te arredraste. Mientras Fede, fuerte y robusto, escalaba las pendientes de pasto, y por ellas descendía acostado a gran velocidad, tú, flaquito, hacías lo mismo, sin reparar en riesgos ni diferencias. Cuando Fede nadaba y sorprendía a los espectadores, tú hacías lo propio y hasta aplausos arrancabas. Eran esos tiempos en que tendrías la edad de tu Pablito, de tu Pierre Antoine. Desde entonces ya eras temerario y afecto al deporte extremo. Como cuando te luxaste el hombro por anotar, en el último tochito familiar en que jugaste, lo dabas todo por la causa del equipo. Si Fede se lastimó el brazo por salvar a un amigo que se ahogaba, tú, expusiste tu vida, para salvar a tu amigo a quien golpeaban. Me siento muy orgulloso de ambos, Fede y tú, pero de ti, además, me siento prendido a tu memoria, porque me comprendiste como nadie, me diste tu afecto pleno, sin dobleces, incomparable, con esos pequeños grandes detalles en la cocina, en la mesa, en la plática, nunca habría sido suficiente disfrutar tu compañía. Cuando necesite estar tranquilo, bastará con recordarte para aprender la lección.
MI Güero querido, dije en los funerales que según dicen, eras el guapo de mis seis hijos, y que por eso Dios te llevó con él, si es así, ¡bendito sea!, porque entonces ya lo tienes todo; pero ¡son chingaderas! la forma en que te llevó. ¿Acaso pretende la Providencia que te erijamos en héroe?, ¿qué lucremos políticamente con tu figura?, ¿qué te convirtamos en mártir de la libre empresa, con alma proletaria?, ¿qué te hagamos un busto?, ¿qué te escribamos poemas?, ¿qué te cantemos?, ¿qué te adoremos?, ¿qué te santifiquemos?, si eso Él lo quiere, amén. No soy quién para dilucidar los designios de un todopoderoso, misterioso y desconocido ¡qué osadía!, tan sólo soy un mortal, tu padre, que lamenta tu anticipada partida, y para ser honesto me es más fácil dirigirme a ti, que a un dios incomprensible. Siento que estás en mí, que no te has ido, que vives dentro de mí. Te veo, te oigo, alucino, viendo tú cara sonriente en la pared, mirando tus ojos, mesando tus chinos, mamando tu sapiencia de Buda. Ayúdame hijo, desde donde estés, a qué cuando sea más grande, sea como tú. A que aprenda como tú, a ser dueño del cosmos. Creo, que sólo así, podré vivir en paz.
Mi´jo-chiming Nuyito: Fuiste muy atractivo en lo físico, pero tu belleza más admirable fue la interior. Esa que algunos quizás no reconozcan ni puedan valorar. Esa enorme cualidad que me diste el placer de compartir, de apreciar y disfrutar. Tu amistad, tu opinión, tu afecto y tu paz, en medio de tu eterna sonrisa, es lo más lindo que nos hayas dado. Por mi parte, nunca podré pagártelo, siempre lo recordaré.
Güerejo patas de conejo, te ganaste el cariño imborrable de Licha, de Oli, de Beno y de Gao, porque tú lo diste sin empacho, como a mí, como a tu madre, como a todos. No era lo tuyo usar palabras obscenas, criticar vidas ajenas, meterte donde no te llaman. Actuaste como un fino caballero, que nunca perdió la compostura, como un hermano sincero, sencillo y bueno, que desbordó generosidad y alegría. Como estudiante fuiste autodidacta, te forjaste en la universidad de la vida. La que templa a los hombres verdaderos, la que los proyecta al horizonte sin fin, porque te rehusaste a ser domesticado por las obsoletas instituciones tradicionales, porque nunca quisiste imponerle corsé a tus pensamientos, porque siempre te opusiste a estar atado a convencionalismos, a cánones preestablecidos, a vicios ocultos, a falsas virtudes. Porque compartimos la idea de que la libertad y la dignidad son indisolubles, y nunca se puede ceder una a cambio de la otra, tienen que ir de la mano, como las llevaste tú.
También doña Oli te recuerda con mucho aprecio, ¡qué gran apetito!, buen chico, tan grandote como amable… muy decente. Ella fue quien dio a sus hijos, tus medios hermanos, la fatal noticia, y sus parientes acudieron a los funerales, a darme el abrazo, a compartir la pena, a estar juntos, en este dolor tan grande que sentimos por ya no tener te a nuestro lado. Tu voz, tu risa y tu sonrisa, tus miradas y tus gestos, tus sueños y tus proyectos, se nos han ido… Como empresario le hiciste y le vendiste publicidad a los demás, de tu grata persona nunca la hiciste, no la necesitaste.
Y ni se diga de Ale, Paty, Agus, Erick, Lolita, Yola, toda la oficina, el taller y la casa se derrumbaron, porque ya no existes, pero yo les digo que no te has ido ni te irás jamás. Estas aquí, y gracias a ti, alegremente, seguiremos adelante, hasta la Victoria ¡Siempre!
No te digo adiós porque te quedas entre nosotros. Porque tu sacrificio no será en vano. Porque fuiste víctima del abuso, la arbitrariedad y el atropello más vil. Y con tu valiente defensa lo hiciste patente y evidenciaste la corrupción, la terrible descomposición de un régimen violento, arcaico e inoperante, la irracionalidad de la narco política sostenida en la ultra derecha fascista que ha penetrado el poder, que ha invadido todos los espacios y se ha metido en todos los hogares, el oscurantismo disfrazado con aviesas costumbres, la ideología que invierte los valores humanos, que privilegia al capital, el dogma y la macana, por encima del trabajo, la justicia y la razón, que enaltece la competencia y el poder, a expensas de degradar la igualdad y la fraternidad. Es a esa farsa a la que tenemos que denunciar, arrancarle la máscara, sacarla de la madriguera, y exhibirla a los tribunales y a la opinión pública, para que ésta juzgue, resuelva y sancione, lo que tú y todo México merecen es justicia.
Pablo Gnuyen Chilián Espinosa, eres un símbolo más de la libertad, de la libertad de conciencia, de la libertad de expresión, y quiérase o no, eres bandera en la lucha contra la impunidad, porque como tú, miles de mexicanos han perdido la vida a causa de agresiones demenciales. Hace un par de días en Coahuila asesinaron a un joven periodista, Valentín Valdés. Miles de hombres y mujeres están desaparecidas, miles de paisanos claman justicia.
Recibe el amor eterno de tu papá, Federico Chilián Orduña,
Tu dulce memoria siempre nos alentará
Llevo en el corazón un estampado especial indeleble con tu nombre, mi hombre

justiciapablochilian@gmail.com

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