jueves, 28 de enero de 2010

El “estalinismo guadalupano”, enterrador de la Universidad democrática

  • Los “comunistas” que se adueñaron de la UAP en la segunda mitad de la década de los ´70, acabaron por entregar al PRI gobierno, en charola de plata, los destinos de la institución

Ahora que la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla celebra el 53 aniversario de su autonomía, el rector Dr. Enrique Agüera Ibáñez, se ha referido a la necesidad de impulsar una nueva Reforma Universitaria que oriente el rumbo que han determinado los universitarios.
De entrada hay que precisar que en el año 1956, si bien se reconoció legalmente la autonomía a la Universidad, esta se encontraba acotada en última instancia por la decisión del gobernador en turno quien a tras mano por medio del Consejo de Honor designaba al rector.
Al respecto son pertinentes algunas reflexiones formuladas por la abogada general de la BUAP, María Esther Gámez Rodríguez, en su ponencia magistral denominada “Modificación de la Ley Orgánica en las Universidades Mexicanas. La experiencia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla”, durante un Ciclo de Conferencias efectuado el 21 de agosto reciente en la Universidad de Querétaro.
Cito entre comillas: “En 1956 surge la siguiente Ley Orgánica la cual le concede Autonomía a la Universidad, sin embargo, aunque ya en estos momentos la Universidad se define como un órgano descentralizado del Estado, resulta ser una autonomía parcial. Es decir, por encima del Consejo Universitario y por encima del Rector establecen un Consejo de Honor integrado por 7 miembros: 3 docentes, 3 estudiantes y un miembro del Patronato Universitario. El Consejo Universitario se constituía por la representación de todas las Facultades o las Escuelas y el Rector, el cual era nombrado por el Consejo de Honor. Es decir, nosotros festejamos que en 1956 nos dieron la autonomía, pero realmente no fue una autonomía completa”.
Efectivamente, “no era una autonomía completa”, por lo que prosigue la abogada Gámez:
“Entonces surge el movimiento de Reforma Universitaria que va a durar de 1956 hasta por ahí de 1975 en grandes luchas de los universitarios con el Estado”.
Aquí caben algunas precisiones, si bien la autonomía concedida en 1956 representaba un avance respecto a la normatividad anterior de 1941, esta no satisfizo las aspiraciones de los maestros y estudiantes universitarios que por diversos medios manifestaron su descontento, pero no fue sino hasta 1961 que estalla el Movimiento de Reforma Universitaria Democrática propiamente dicho, con la participación masiva de la comunidad universitaria y el respaldo solidario de la sociedad local y nacional. Con objetivos muy claros: respecto irrestricto al artículo 3° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, reconocimiento a una plena autonomía universitaria, y libertad de cátedra.
Enrique Cabrera Barroso y Zito Vera Márquez, quien aún vive, son los dos principales dirigentes de dicho Movimiento. A ambos los visitamos mi padre y yo cuando estuvieron en la cárcel de San Juan de Dios en 1961. El Dr. Zito, a sus ochenta y tantos años, a quien frecuento tantas veces como nos es posible, tiene fresca la memoria de lo que sucedió en ese año glorioso, no se le olvidan los detalles de esa gesta gloriosa. Anécdotas aparte, lo cierto es que este movimiento concluyó y triunfó con la promulgación de la Ley Orgánica de 1963.
Lo que sucedió antes de 1961 y después, en 1964, con la caída del gobernador Antonio Nava Castillo, no fue parte del Movimiento de Reforma Universitaria, sino del movimiento estudiantil popular que se generó a raíz de la profunda vinculación que se dio entre los sectores populares, obreros y campesinos con las organizaciones estudiantiles. La Universidad en movimiento se constituyó en un valioso contrapeso del poder público durante toda la década de los ´60 y hasta los primeros años de los ´70.
Ya con la nueva Ley de 1963 se lograron importantes avances dentro de la estructura interna, se crearon las Escuelas de Economía y de Filosofía y Letras, se amplió la matrícula en todas las escuelas. La educación laica, gratuita y apegada a los avances del progreso científico, empezó a ser una realidad. La Universidad se expandió y se polarizó: fuas Vs. carolinos, ganamos los carolinos, pero perdimos a Joel Arriaga y a Enrique Cabrera, así como a otros estudiantes y maestros.
Para conformar la Ley de 1963 se nombra una comisión para que asesore al gobernador y, como señala la abogada Gámez Rodríguez: “… efectivamente se nombra esta comisión en la que participan universitarios, hacen un proyecto de ley en 1962 y en 1963 se publica la Ley Orgánica de la BUAP, que estuvo vigente desde ese año hasta 1991.
Aquí ya se establece una autonomía plena, la libertad de organizar a su propio gobierno; obviamente como lo hacen todas las leyes hoy, establecen qué es lo se puede hacer”.
Hasta esta línea la abogada Gámez Rodríguez esta en lo correcto, sin embargo, al referirse a la Ley Orgánica de 1991, afirma:
“Las anteriores leyes habían sido proyectos presentados por alguien en lo individual, pero jamás tenían o contemplaban el espíritu o la necesidad de los universitarios”.
Aquí se contradice la abogada Gámez Rodríguez, dicho sea con el debido respeto, pues por una parte reconoce que a consecuencia de un Movimiento de Reforma Universitaria y tras de designarse a una comisión, se promulga la Ley Orgánica de 1963; y por lado asegura que las leyes anteriores a la de 1991, “jamás tenían o contemplaban el espíritu y la necesidad de los universitarios”.
Lo real es que los foros de consulta que se hicieron previos a la promulgación de la Ley Orgánica de 1991 fueron organizados al gusto y medida del PRI gobierno y el resultado fue el que quiso y dispuso el PRI gobierno. Fueron meros eventos legitimadores.
Por otra parte, en la ponencia aludida se dice: “Cuando José Doger llega a la Rectoría como Rector interino se encuentra con una Universidad inestable. Habíamos tenido un periodo del Rector Mtro. Alfonso Vélez, con quien tuve el orgullo de trabajar como Jefe del Departamento Escolar a lo largo de seis años, que con todo y las huelgas que se estallaban en la Universidad teníamos estabilidad. Pero justamente del 1987 a 1990 tuvimos unos años de demasiada inestabilidad, al grado que llegó un momento en que no se pagaban a los trabajadores, académicos ni a los administrativos y lo que se plantea en la Universidad es una necesidad de estabilidad”.
Sobre este asunto, hay que aclarar que tal “inestabilidad” fue provocada por los mismos universitarios que se aliaron al PRI gobierno para desconocer al rector Samuel Malpica Uribe, quien desde su toma de posesión tuvo la osadía de declararle la guerra a su antecesor Alfonso Vélez Pliego. Fue pues el gobierno de Mariano Piña Olaya supeditado a las directrices de Manuel Bartlett Díaz, a la sazón secretario de educación pública del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, aliado a los grupos que apoyaban a José Dóger y Alfonso Vélez Pliego, el que provocó tal “inestabilidad”, para justificar la penetración del Estado en la vida universitaria, la consecuente violación de su autonomía y la instauración del modelo neoliberal. A tal inestabilidad contribuyó la explosión de la matrícula y la excesiva contratación laboral que se realizó en los últimos meses de la gestión de Vélez Pliego. Esta herencia fue un lastre para la administración de Malpica Uribe, que nunca supo cómo superarla.

De allí se derivan los contactos con el gobierno para la contratación de pistoleros, los famosos “pitufos”, que pactan Jorge Méndez Spinola y Arturo Loyola González, ex aliados de Malpica, representando al grupo Vélez- Doger; y René Meza Cabrera y Mario Marín Torres, al gobierno del estado.
Este bochornoso episodio revela que de 1975 a 1987, los universitarios que dirigieron el Partido Comunista Mexicano, primero; luego el Partido Mexicano Socialista, sucedáneo de aquel, y más tarde el Partido de la Revolución Democrática, fueron quienes causaron tal “inestabilidad” y enterraron los ideales de laicidad y gratuidad de la Universidad pública que se construyó de 1961 a 1974; a este grupo es al que denomino “estalinista guadalupano”
“Estalinista”, porque este es un estilo peculiar de ejercer el poder, intolerante con la disidencia, porque sus miembros creían como en dogma de fe, en la década de los ´70 y de los 80, que la URSS era el paraíso al que todos los países deberían aspirar´, se decían marxistas leninistas, aunque nunca pasaron de la lectura de los folletos de José Stalin, y aplicaron los métodos estalinistas durante su reinado al frente de la UAP, esto lo hacían de lunes a viernes en el seno de la UAP. Y “guadalupano”, porque fuera del claustro universitario y el fin de semana lo ocupaban para ir a misa, reunirse con sus amigos de la burguesía clerical más rancia de la localidad y darse golpes de pecho para manifestar su fe católica guadalupana.
Tantos esfuerzos y sacrificios a principios de los durante los ´60 y la primera mitas de los ´70, para vencer a los fuas y a los priístas, para que finalmente en 91, se les abriera la puerta grande de par en par, y se eliminara a las expresiones de izquierda que no comulgaban con tal “estalinismo guadalupano”.
Como cereza en el pastel, en 1995, Alfonso Vélez Pliego y José Doger Corte, le otorgan el doctorado honoris causa al arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca y Pacheco, acto con el cual se pisotea el artículo 3°, el oscurantismo retorna a la academia universitaria y, parece que regresó para quedarse, a menos que despierten los universitarios y recuperen la razón de su existir.
No es casual que el ex alcalde Luis Paredes Moctezuma, miembro distinguido de los fuas, involucrado en el homicidio de Josaphat Tenorio, les haya entregado la medalla al mérito civil a Alfonso Vélez Pliego, Manuel Díaz Cid y Guillermo Pacheco Pulido, recalcando en la ceremonia de entrega que “así como estaba la BUAP en ese momento, así era como ellos, los fuas, quería que estuviera”. Sin embargo, los hijos de Vélez Pliego fueron alumnos de la UPAEP, no de la BUAP.
Fue tal la influencia del “estalinismo guadalupano”, que hasta algunos ingenuos miembros del SUNTUAP, como el Dr. Guillermo López Mayo, y mi carísimo amigo Jesús Melo Fletcher parece que quisieran regresar a los tiempos en que esta corriente impuso su demencial hegemonía, pues suscriben desplegados de manera conjunta con la gente que pactó con el gobierno la violación de la autonomía con todas sus consecuencias.
La nueva Reforma Universitaria que requiere la BUAP debe pasar necesariamente por un análisis autocrítico del medio siglo de autonomía, para empezar a dejar atrás tanto las hostilidades como las simulaciones. Tanto la intolerancia como el sectarismo. Tanto la indiferencia como el oportunismo. Rescatar la dignidad, la honestidad y la congruencia en la vida universitaria, han de ser, entre otros, los valores que persiga esta Reforma. De lo contrario será más pan y pri con su dosis de agandalle perredista, para el caso es lo mismo, y la Universidad será mera correa de transmisión de la voluntad del gobierno, que no del Estado.
Ahora José Doger Corte, reñido con su primo Enrique Doger Guerrero, es un activo promotor de las aspiraciones de Javier López Zavala a la gubernatura del Estado; y “Alfonso Vélez Pliego” es el nombre que le pusieron al Instituto de Ciencias y Humanidades que él fundó para darles cobijo a sus familiares y amigos. Estos tres fueron los ex rectores que derechizaron a la BUAP y la entregaron al PRI gobierno y al alto clero católico, para volverla a como estaba antes del movimiento de 1961, instaurando el reino de la farsa y la mediocridad.
Por otro lado, una nota de Fernando Pérez Corona, en Excelsior el 3 de diciembre, revela que el rector de la BUAP, Enrique Agüera Ibañez, posee cuantiosas prioridades, viste en forma estrambótica y sostiene un ritmo de vida ostentoso en medio de lujos; me piden mi opinión al respecto y esta es: La BUAP ha sido auditada sistemáticamente por el gobierno federal y le ha otorgado reconocimientos por el manejo transparente de sus recursos. Entiendo que el Dr. Agüera se ha dedicado a la educación superior privada desde antes de ser rector, me dicen que varios de sus familiares trabajan en lo mismo. En este país no está prohibido hacerse rico, mucha gente dedica su vida a este propósito, si Agüera lo es, está en su derecho. Sobre sus gustos y preferencias, no los juzgo porque respeto la vida privada de los hombres públicos y de todas las personas sin distinción.
Durante la gestión de Enrique Agüera Ibañez los universitarios tienen una gran oportunidad: rescatar los principios de laicidad y cientificidad que deben distinguir a la educación superior, y formar a las nuevas generaciones con la preparación que exigen los tiempos porvenir. Todo eso, sin alterar el orden que debe imperar en una institución educativa, ese es, desde mi particular punto de vista, el reto.

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