jueves, 28 de enero de 2010

Editorial

El día de reyes de este 2010, el gobernador Mario Marín Torres se reunió con las integrantes de la Asociación de Periodistas y Escritoras de Puebla (AMPEP) y les reiteró “su reconocimiento y respeto al trabajo que realizan los medios de comunicación”, con ello, como es su costumbre, el mandatario mintió una vez más. Sabido es que desde hace más de dos años le canceló la publicidad a la mayoría de las publicaciones independientes, periódicos y revistas sostenidas por pequeños editores, fueron suprimidos del presupuesto de comunicación social.
Javier Sánchez Galicia titular de la dependencia encargada de administrar el erario para fines de difusión de las actividades del ejecutivo estatal, sin ninguna explicación, ni razón que lo justifique, decidió retirarles ese derecho a los periodistas que trabajan por su cuenta, quienes desde hace varios lustros y en muchos casos décadas, sostienen medios informativos que dan empleo, generan opinión y promueven la convivencia civilizada. Para el gobierno de Marín, eso no importa, sólo cuentan las grandes corporaciones y sus adulaciones. Por otro lado, son memorables las descalificaciones que se ha gastado Marín al referirse a lo que dicen los medios de él. De chismes y pasquines de quinta no los baja, cuando comentan sus arbitrariedades. De modo que lo del “respeto” que dice tener Marín hacia los medios informativos no pasa de ser más que otro de sus desplantes demagógicos preñados de maledicencia.
Pero éste sólo es un botón de muestra del estilo de gobernar de Mario Marín, lo más alarmante y preocupante son los índices de inseguridad pública, de pobreza y de marginación, a los que ha llevado a la entidad, de la mano de su socio Felipe Calderón Hinojosa. Puebla, en lo que va de la gestión de Marín se ha desplomado a los niveles más bajos de actividad económica en comparación con el resto de las entidades del país. En cambio, en corrupción se ha colocado a la cabeza, superando a todos sus vecinos, Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Tlaxcala, Edo. de México y Morelos, por amplio margen. Claro, de esto nada se dice en el V informe de gobierno, por el contrario, el tono triunfalista en medio de la debacle, es la constante. Se magnifica la obra pública que es fuente de enriquecimiento de los funcionarios y se oculta el empleo de los recursos públicos para imponer a su sucesor Javier López Zavala.
Así, en medio del desastre local y nacional, que afecta más a los que menos tienen, nosotros entre ellos, esta publicación ha de lamentar la irreparable pérdida del hijo del director, Pablo Gnuyen Chilián Espinosa, victimado por supuestos policías, que con lujo de violencia acabaron con su vida. Más allá de la ponderación que de su personalidad y la situación jurídica que el caso conlleva, es pertinente señalar que este no es un hecho aislado de arbitrariedad y abuso que se registra en nuestro país. Cotidianamente se informa de un cúmulo de atropellos a la más elemental dignidad humana. El supuesto combate a la delincuencia organizada que ha emprendido el gobierno de Calderón se ha traducido en la práctica en una espiral creciente de inseguridad que tiene a la población inmersa en la incertidumbre y la intranquilidad, aunada a la severa y ya crónica crisis económica. Es evidente que en este “combate” se protege a algunos carteles y se persigue a otros, el narcotráfico está inmerso en el aparato del poder político, y lo controla.
A quienes podrían suponer que este homicidio nos va a amedrentar, y a modificar nuestra línea de conducta y pensamiento, les decimos que por el contrario, redoblaremos nuestra lucha contra la impunidad, por el esclarecimiento del crimen que segó la vida de Pablo, y de todos los crímenes cometidos contra la población inerme. Decimos No a la violencia, Sí a la razón, a la verdad y a la justicia.

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