jueves, 8 de octubre de 2009

Sin opositor al frente, Agüera se reelige

• Académicos identificados con el velecismo lo exhortan a reorientar el rumbo
• Ernesto Cruz Quintas, a nombre de tres decenas de universitarios le expresó su apoyo crítico al candidato

Cuando la Universidad Autónoma de Puebla estuvo en manos de rectores “comunistas”, Sergio Flores Suárez, Luis Rivera Terrazas y Alfonso Vélez Pliego, y de quien renegó de dicho redil, Samuel Malpica Uribe, la institución creció aceleradamente hasta alcanzar una matrícula anual de más de 100 mil alumnos, con mucho menos carreras e infraestructura de las que ahora existen. Durante sus periodos, en la institución se vivieron momentos álgidos de intensa confrontación, hacia dentro y hacia fuera de la máxima casa de estudios de la entidad. En tiempos de Sergio Flores, los fuas terminaron por abandonar la UAP para fundar la UPAEP; en el aciago 1972, asesinaron a Joel Arriaga, el 20 de julio, y a Enrique Cabrera, el 20 de diciembre. En ese año la psicóloga Olivia Herrera y el que esto escribe tuvimos a nuestro cargo la elaboración, aplicación, calificación y reporte de los exámenes de admisión de todas las escuelas profesionales. Sólo pudimos cobrar nuestros honorarios devengados en las escuelas de Ciencias Químicas, Físico Matemáticas y Filosofía y Letras; los de las demás escuelas nos fueron escamoteados por una asamblea amañada de corte fascista dirigida por Jorge Méndez Spínola, quien fungía como secretario del director de la preparatoria popular, Alfonso Vélez Pliego.
Posteriormente, se desató una represión contra todos los que no se alineaban a las directrices trazadas por el Partido Comunista Mexicano; sección Puebla, que era el ámbito donde se tomaban las decisiones políticas fundamentales de la vida universitaria; Armando Martínez Verdugo, hermano del dirigente nacional del PCM; Guillermo Cohén De Govía, psicólogo recomendado por Joel Arriaga y otros destacados maestros tuvieron que emigrar de la UAP. En 1974, se desató una brutal represión contra el grupo “galáctico”, en el que figuraban maestros como Silvestre Angoa, Miguel Ángel Burgos, Everardo Rivera Flores y otros.
El arribo del Ing. Terrazas a la rectoría pasó por la expulsión del Dr. Guillermo Cabrera Candia, padre de Enrique Cabrera, y ya instalado, tuvo que encarar que el FEP-PST se posesionara por unos días del edificio Carolino. Superado el problema, gracias a la intervención del entonces presidente Luis Echeverría, transcurrió el periodo del Ing. Terrazas, y la Universidad siguió creciendo aceleradamente. Para cuando el turno fue del Lic. Alfonso Vélez Pliego, la UAP ya se había masificado a tal extremo que el sindicato (SUNTUAP) empezaba a convertirse en un pesado fardo para el desarrollo académico, sin normatividad alguna, la libertad de cátedra se tradujo en lanzar el rollo sin objetivos claros, explícitos. El descontrol se fue generalizado hasta que hizo crisis a principios de los ´90.
En 1989 asciende a la rectoría el Mtro. Samuel Malpica con una aplastante mayoría. Desde su toma de posesión Malpica declara la guerra a su contrincante Alfonso Vélez Pliego; la hija de Joel Arriaga pronuncia una arenga incendiaria contra el ex rector Vélez Pliego, y la masa estudiantil reunida en el polideportivo, concluye la ceremonia con un grito que retumba en el gimnasio: ¡fuera Vélez de la BUAP!. Tras de ello, la bipolaridad que había yo señalado en las páginas del Diario Cambio, se manifestaba en toda su plenitud. Un periodo verdaderamente aciago, que dio al traste con el proyecto histórico de la BUAP, y el velecismo vía José Doger Corte, entrega en charola de plata al PRI gobierno de Mariano Piña Olaya, el destino de la otrora gloriosa institución.
Luego vienen los interinatos de Juvencio Monroy y Eduardo Jean Pandal, que sólo sirven para legitimar el golpe que ya se había consumado. Enseguida los periodos de José Doger y de su primo Enrique Doger, sirven para consolidar el modelo neoliberal instaurado, se reduce la matrícula en más del 50 %, y se procede a modificar la imagen muy desgastada que tenía la BUAP frente a la opinión pública. La BUAP se convierte en trampolín político dentro del PRI.
Los servicios escolares dejan de ser gratuitos o de cuotas simbólicas y adquieren montos semejantes a los de cualquier universidad particular. Los exámenes de admisión los hace la College Board, no de la calidad que nosotros logramos, pero que se pagan en dólares a un costo importante.
Enrique Agüera Ibañez, hereda todas las cualidades y defectos del nuevo modelo instaurado, le da continuidad y lo profundiza. En el 2007 celebra los 50 años de autonomía universitaria; por mi parte hago notar en mi libro “Mitomanía, Lobotomía y Autonomía”, que la verdadera autonomía no se consagra en 1957, como se recordaba, sino hasta con la Ley Orgánica de 1963, que se promulga como consecuencia del Movimiento de Reforma Universitaria suscitado en 1961, sin duda el más importante de todos los movimientos estudiantiles que se han generado en la historia de la UAP, puesto que con él se pone fin al oscurantismo que predominaba en la UAP cuando sucedía que, por ejemplo, en las clases de sociología del maestro Rivero Carvalho, refiere Enrique Cabrera, se enseñaban las apariciones del Tepeyac; y finalmente se abre paso a la educación laica tal y como la establece el artículo 3° constitucional, con todas las consecuencias que ello implica.
Ahora, en vísperas de la elección rectoral, un listado de distinguidos académicos, entre los que figuran Carlos Figueroa Ibarra, Ernesto Pino Mota, Guillermo López Mayo, Jesús Melo Fletcher y otras cinco decenas más, suscriben un desplegado publicado en La Jornada de Oriente, (que no es ni la sombra de La Jornada nacional), en el que se dirigen a la comunidad universitaria de la BUAP y empiezan asegurando que “el actual proceso de elección de rector exige de los universitarios un debate respetuoso y libre sobre la situación actual de nuestra institución…” Tras de ello afirman “que durante aproximadamente dos décadas la UAP se planteó la responsabilidad de formar profesionales comprometidos con los requerimientos y aspiraciones de nuestro país….” prosiguen diciendo que “de 1991 a la fecha, la misión sociocultural, los objetivos y los valores en la UAP, han sufrido un lamentable retroceso…” y abundan en la caracterización de lo que ahora sucede en la BUAP.
En general la descripción diagnóstica que se hace en el desplegado de lo que se observa en la BUAP, es verídica; la que no es correcta es la explicación de las causas de que esto suceda, y entonces ocurre que en el desplegado figuran como acusadores, personajes que más debieran ser señalados como responsables de lo que ocurre, para muestra un botón: Francisco Vélez Pliego, hermano del ex rector Alfonso. ¿No fue él, entre otros, partícipe notable en el derrocamiento de Samuel Malpica y en la instauración de un nuevo modelo en la universidad que se inició con una contrarreforma a la Ley Orgánica y el rectorado de José Doger Corte?, ¿No hay entre ellos, ex consejeros universitarios que en 1995 aprobaron el otorgamiento del doctorado honoris causa al arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca y Pacheco? ¿En una Universidad laica y científica?
Las décadas de los ´70 y los ´80 en la vida universitaria están plagadas de toda clase de abusos, atropellos, intrigas, enriquecimientos nunca explicados y usufructos del patrimonio universitario a granel. Una hegemonía política a menudo absolutista, despótica y sectaria, la que implantaron los estalinistas, se infló y se vino abajo en paralelo con el derrumbe de la URSS; que ya se sentía venir desde la Primavera de Praga en 1968, lo cual nunca quisieron reconocer quienes invocaban ese sistema como la cumbre y meta a la que todos los países debían dirigirse. La terca realidad, con su dialéctica implacable, se encargó de desmentirlos.
La década en la se definió el carácter democrático, crítico, científico y popular que debía tener el proyecto histórico de la Universidad, es la de los ´60, cuando estalló el movimiento de 1961, que rescata el papel que debe jugar la Universidad en su entorno social, cuando salieron a las calles miles de estudiantes a demandar una educación de calidad, que insistía en que se apegara al artículo 3°, cuando se manifiesta el apoyo a la Revolución Cubana, cuando se promulgó la Ley Orgánica de 1963 que otorga plena autonomía a la Universidad, cuando se tiró al gobernador Antonio Nava Castillo en 1964, cuando se crearon las Escuelas de Filosofía y Letras y de Economía en 1965, cuando un grupo de trabajadores universitarios fueron víctimas de linchamiento en San Miguel Canoa en 1968, cuando se protestó por la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia y de Estados Unidos a Viet Nam, cuando se fundó la Preparatoria Popular en 1969; en suma, cuando era un mosaico multicolor de ideologías las que convergían en el movimiento de reforma universitaria democrática íntimamente ligado al movimiento social y popular, y atento a los acontecimientos internacionales más trascendentes; lo cual, desafortunadamente se exacerbó y desdibujó en las décadas de los ´70 y los ´80, cuando la intolerancia y el sectarismo de una seudo izquierda acabó por congeniar con la derecha y ceder los destinos de la Universidad al PRI gobierno y al clero católico.
Lo que hoy pasa en la Universidad es responsabilidad también de varios de los firmantes en el desplegado de marras. Es válido preguntar: ¿Deben los responsables del desastre, encargarse de la reparación”, “Tienen la trayectoria, y en consecuencia la capacidad, los conocimientos y la calidad moral que se requiera para tal efecto?, ¿No es verdad que la BUAP y la UPAEP son tan parecidas que por igual le rinden culto al gobernador Mario Marín?, ¿Y para eso tanta sangre y sacrificio?

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