martes, 6 de octubre de 2009

Editorial II

Este segundo número de “La Crítica knockout - necesaria, oportuna y certera”, aparece cuando es evidente que el estado de ánimo de la sociedad mexicana con respecto a las pretensiones del gobierno de incrementar los impuestos, es de gran indignación y absoluto rechazo a las intenciones de recargar sobre las pequeñas y medianas empresas y la clase trabajadora, todo el peso de una incierta recuperación económica.
La propaganda del gobierno de que “sin el aumento de impuestos los más afectados son los pobres”, no dice de qué manera se pretende disminuir la pobreza con el aumento de impuestos.
Felipe Calderón está impedido para formular una propuesta distinta, una que responda al interés de las mayorías; no sabe, ni quiere, ni puede hacerlo; él responde al interés de la oligarquía salinista que lo llevó al poder, y no ha mostrado la menor voluntad de desatarse las manos, así que su experto, el exfuncionarios del Fondo Monetario Internacional, Agustín Carstens es el encargado de administrar las recetas.
Una porción de legisladores del PRI, que suman mayoría en la cámara de diputados federal, se ha pronunciado en contra del alza de impuestos, pero en esta fracción parlamentaria no todos comparten esta postura, de hecho sólo esperan que sus dirigentes partidistas les indiquen en qué sentido deben votar, y es del dominio público que a los más altos niveles de decisión existe una alianza estratégica entre quienes controlan a los diputados del PRI y a los del PAN, y en dicha alianza están sumados muchos legisladores del PRD, por lo que no es aventurado suponer que a final de cuentas se aprobará un aumento de impuestos, con algún matiz diferente al planteamiento de Calderón, pero en esencia el mismo.
Hasta el momento la propuesta más convincente para ahorrar recursos públicos sin lastimar a los que menos tienen, la ha esbozado el dirigente opositor Andrés Manuel López Obrador, y para reconocerlo no se precisa ser parte del “gobierno legítimo” o “fan del Peje”, basta un mínimo de sentido común para compartir la idea de que en la situación actual en que se encuentra el pueblo y el gobierno de México, quienes deben pagar los costos de la recuperación son los gobernantes, que durante décadas se han enriquecido y envilecido con los recursos del erario, y no el pueblo que se encuentra en la miseria, agobiado, angustiado y al borde de la desesperación y la rebeldía.
Bajar los sueldos de los altos funcionarios, suprimir los gastos suntuarios, cancelar las pensiones vitalicias de los ex presidentes, son suficientes medidas para no reducir el presupuesto a la educación, de suyo insuficiente para atender la demanda educativa, ni tampoco bajárselo a los municipios que padecen escasez para enfrentar las crecientes necesidades de los ayuntamientos, ni a ninguno de los rubros que son de interés social.
Esta es una gran oportunidad para que los hombres del poder paguen, porque si no lo hacen ahora, la sociedad se los va a cobrar mañana de cualquier modo.
Esto es lo deseable y lo posible para evitar la violencia y el incremento de la inseguridad, pero si los gobernantes no lo entienden, tendrán que asumir las consecuencias de su miopía y mezquindad. Que conste que lo advertimos a unos meses del Bicentenario del inicio de la Independencia Nacional y del Centenario de la Revolución Mexicana. Incluso el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, advirtió que el desempleo podría ocasionar guerras. Si bien no se perciben brotes de insurrección armada, y el EZLN ha cancelado esa vía, si son factibles muchas respuestas organizadas de carácter civil y la República se puede convertir en un “calderón” hirviente, más de lo que ya es. Ojala lo entiendan los legisladores, una nueva carga fiscal, sería como una bofetada al pueblo, y el pueblo ya no está para poner la otra mejilla. (FChO)

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