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En Honduras, tan pronto ocurrió el golpe militar que desbancó a Manuel Zelaya de la presidencia, el presidente Barack Obama de inmediato respondió que de ningún modo reconocería al régimen golpista de Roberto Micheletti, y todo parecía que Honduras retornaría a la normalidad en unas cuantas horas.
Sin embargo las gestiones de la secretaria de estado Hillary Clinton no han ido en el mismo sentido de las declaraciones de su presidente; lo cual ya causó escozor en los mandatarios de los países vecinos, Fidel Castro, con su proverbial ironía pidió un premio nobel para la funcionaria norteamericana por sus inútiles gestiones con el presidente Oscar Arias de Costa Rica; Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, ha acusado directamente al gobierno yanqui de estar implicado en el golpe; y el temperamental Hugo Chávez, de Venezuela, ha declarado que no reanudará relaciones con su par Alvaro Uribe, de Colombia, por haberse involucrado en los planes yanquis para derrocarlo. Felipe Calderón, por su parte, aplicó ley mordaza al presidente Manuel Zelaya, cuando este visitó México.
Todo indica que el gobierno gringo es bizarro, café con leche, bisexual, esquizoide, arlequín; lo cual es decepcionante porque el negrito nos era simpático. ¿Hasta cuando?
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